Costumbres nuevas, instintos nuevos

Ayer tenía que haber salido a correr, y en vez de eso, me fui a la ópera.

Eso ya lo sabíais, que os lo conté ayer. 

Pero por si acaso.

Resulta que ayer no tuve un buen día, por razones que no estoy para contaros ahora.

Normalmente, cuando tengo un día como el de ayer, como. 

Como mucho. Engullo, para llenar el hueco que me deja la pena, la ansiedad, el enfado o lo que sea. Cualquier excusa es buena.

Pues ayer no. 

Tengo que decir, para ser sincera del todo, que cumplí con mis costumbres. Bajé a la pastelería a comprarme una palmera. 

Y la palmera sigue en la nevera, en la oficina. 

Yo ayer no quería una palmera, quería salir a correr. El cuerpo me pedía salir a correr, a vaciarme, a poner un pie delante del otro, a respirar, a engancharme los auriculares, el Spotify que me acompaña fiel en cada carrera. 

Pero no pudo ser, amigas. No tenía ni zapatillas, ni mallas, ni nada. 

Intenté compensar el ansia de correr con un paseo por la tarde, antes de la ópera. Y probándome ropa.

Que por cierto, me descubrí en el probador con 6 prendas que me quedaban grandes. Mis costumbres, de nuevo, me llevan a coger la talla más grande disponible. 

Aunque me quede enorme. Y sea obvio, en la percha, que me va a quedar enorme. 

Me veo en el probador y no me reconozco. A mi la ropa me queda pequeña, no grande.

A veces, además de modelar el cuerpo, hay que modelar la mente. Adaptarla a unas nuevas costumbres. Nuevos instintos. 

Hoy tengo un nubarrón, como el cielo de Madrid. Pero mañana será mejor.

Porque hoy salgo a correr. Aunque llueva. 

Y mañana es viernes.

Y los viernes siempre son felices, amigas. 

17 días para la media.